Por Williams Ortiz
Por definición un lujo es una "cosa o conjunto de cosas prescindibles que suponen gran gasto de dinero o de tiempo". Esto somos los psicólogos para gran parte de la población, algo prescindible, un gasto innecesario.
Mucho se dice que los psicólogos son para la gente loca o para quienes no pueden o no saben solucionar sus problemas por cuenta propia, representamos la debilidad a los ojos de estos.
Que cobramos mucho para lo que dura una sesión y que sale mejor ignorar el problema, al fin y al cabo pronto se pasa, y son pocos quienes se animan a llamarnos, aun menos quienes terminan su proceso.
Jugamos un papel terciario, o un personaje poco importante y de relleno, como el villano que a nadie le agrada, o el cameo repentino al final de la escena.
Cuando se atraviesan crisis estamos en la lista de desechables, por innecesarios, por caros o por la razón que se quiera creer. Porque resulta evidente que 24 cervezas son más valiosas durante la contingencia, después de todo ayuda a alejarse de la realidad por un rato.
Somos los primeros en recibir mensaje de abandono y de los primeros a quienes se les solicita ayuda gratuita. Pero ¿qué hace un psicólogo (que vive de la terapia) en tiempo de crisis? ... vivir la crisis. Nos enfrentamos al monstruo más temido: no tener pacientes, por todo lo que esto representa. Nos queda buscar otras opciones, sin embargo ¿cuántas puede haber? Nos queda esperar a ser llamados otra vez, a ser requeridos nuevamente, a ser valorados.
Comprendemos que entre comer y tomar terapia tenemos la batalla perdida. Por eso somos un lujo, cuando todo esta bien somos muestra de estatus, cuando las cosas van mal, quedamos a un lado. Pero pocos ven nuestro valor ante la crisis, y son aquellos que si lo hacen, nuestra esperanza.
Por definición un lujo es una "cosa o conjunto de cosas prescindibles que suponen gran gasto de dinero o de tiempo". Esto somos los psicólogos para gran parte de la población, algo prescindible, un gasto innecesario.
Mucho se dice que los psicólogos son para la gente loca o para quienes no pueden o no saben solucionar sus problemas por cuenta propia, representamos la debilidad a los ojos de estos.
Que cobramos mucho para lo que dura una sesión y que sale mejor ignorar el problema, al fin y al cabo pronto se pasa, y son pocos quienes se animan a llamarnos, aun menos quienes terminan su proceso.
Jugamos un papel terciario, o un personaje poco importante y de relleno, como el villano que a nadie le agrada, o el cameo repentino al final de la escena.
Cuando se atraviesan crisis estamos en la lista de desechables, por innecesarios, por caros o por la razón que se quiera creer. Porque resulta evidente que 24 cervezas son más valiosas durante la contingencia, después de todo ayuda a alejarse de la realidad por un rato.
Somos los primeros en recibir mensaje de abandono y de los primeros a quienes se les solicita ayuda gratuita. Pero ¿qué hace un psicólogo (que vive de la terapia) en tiempo de crisis? ... vivir la crisis. Nos enfrentamos al monstruo más temido: no tener pacientes, por todo lo que esto representa. Nos queda buscar otras opciones, sin embargo ¿cuántas puede haber? Nos queda esperar a ser llamados otra vez, a ser requeridos nuevamente, a ser valorados.
Comprendemos que entre comer y tomar terapia tenemos la batalla perdida. Por eso somos un lujo, cuando todo esta bien somos muestra de estatus, cuando las cosas van mal, quedamos a un lado. Pero pocos ven nuestro valor ante la crisis, y son aquellos que si lo hacen, nuestra esperanza.
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